La Historia de la Humanidad y sus épocas

Stonehenge

La Prehistoria es el periodo de tiempo que abarca desde la aparición de los primeros homínidos, antecesores del Homo sapiens, hasta la existencia de documentos escritos, lo cual ocurrió por primera vez en el Oriente Próximo hacia el 3500 a.C. Durante este periodo, el ser humano pasó de vivir en cavernas a la formación de sociedades complejas que dieron lugar a los primeros estados y civilizaciones, en un proceso que se desarrolló a lo largo de más de 2.5 millones de años.

Tradicionalmente, los historiadores dividen la Prehistoria en dos grandes periodos: la Edad de Piedra y la Edad de los Metales. La Edad de Piedra se subdivide en tres periodos: Paleolítico, Mesolítico (una época de transición) y Neolítico. El Paleolítico es el periodo más largo de la existencia humana, abarcando más del 99% de la misma. Durante este tiempo, los antepasados del Homo sapiens aprendieron a tallar pequeños utensilios de piedra, hueso y asta de animal, así como a domesticar el fuego, lo que fue un hito de progreso comparable solo con la aparición de la escritura. La sociedad del Paleolítico era cazadora-recolectora y nómada, dependiendo de la disponibilidad de alimentos en diferentes regiones.

Edad de Piedra

La aparición del Homo sapiens moderno se sitúa en África, con la Eva mitocondrial como la antepasada común de toda la humanidad. Este Homo sapiens colonizó el planeta y convivió con otras especies del género homo, como el hombre de Neandertal en Europa. La revolución más significativa en la historia humana ocurrió durante el Neolítico, cuando el clima terrestre empezó a cambiar y se produjo la retirada de los hielos hacia el 10,000 a.C.. Este cambio climático dificultó la recolección de vegetales y la caza, llevando a la extinción de la megafauna de la época. En respuesta, el ser humano comenzó a asentarse en las fértiles cuencas de los ríos como el Nilo, el Tigris y el Éufrates, iniciando el proceso de neolitización en la región conocida como Creciente Fértil.

Durante el Neolítico, el ser humano desarrolló una industria lítica más sofisticada y, lo más importante, la agricultura y la ganadería. Este nuevo modo de vida permitió a los humanos producir sus propios alimentos y asentarse de manera permanente, lo que marcó el fin del nomadismo. Las primeras domesticaciones de animales incluyeron cabras, ovejas y cerdos, mientras que los primeros cultivos fueron de trigo, cebada y leguminosas como lentejas, garbanzos y guisantes. Esto dio lugar al surgimiento de los primeros poblados agrícolas, con Jericó en Palestina y Çatalhöyük en Anatolia como algunos de los más destacados.

La Revolución Neolítica no ocurrió de manera uniforme ni rápida, y no implicó el abandono total de las formas de vida anteriores. No obstante, la producción de excedentes agrícolas llevó al desarrollo del comercio y la necesidad de protección, dando origen a sociedades jerarquizadas, estados y ejércitos.

En Mesopotamia, diversas civilizaciones como los sumerios, acadios, babilonios y asirios emergieron a lo largo de tres milenios. La escritura, un avance crucial, surgió en Mesopotamia alrededor del 3500 a.C. con el desarrollo de la escritura cuneiforme para llevar cuentas de ganado y grano. Este avance marcó el inicio de la historia escrita.

El Antiguo Egipto floreció a lo largo del río Nilo, con un desarrollo que abarcó más de 3000 años desde la unificación de las ciudades del valle del Nilo alrededor del 3150 a.C. hasta la conquista romana en el 31 a.C. La clave del éxito de la civilización egipcia fue el Nilo, cuyas crecidas anuales depositaban ricos minerales y nutrientes en sus riberas, permitiendo una agricultura altamente productiva con relativamente poco esfuerzo.

El Nilo no solo beneficiaba la agricultura, sino que también facilitaba el comercio, actuando como una gran autopista natural. La historia del Egipto antiguo se divide en varios periodos, siendo los más importantes el Imperio Antiguo, el Imperio Medio y el Imperio Nuevo. La unificación del Alto y Bajo Egipto bajo Menes (también conocido como Narmer) marcó el inicio del periodo arcaico y la fundación de la primera dinastía.

Durante el Imperio Antiguo (2700-2200 a.C.), Egipto vivió una época de gran prosperidad y poder centralizado. Fue en este periodo cuando se erigieron las famosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos en Giza. El Imperio Medio (2050-1800 a.C.) vio una expansión económica y cultural, con el desarrollo de sistemas de irrigación y una mayor humanización en el arte.

La invasión de los hicsos desde Canaán alrededor del 1800 a.C. trajo nuevas tecnologías militares a Egipto, incluyendo el carro de combate y el arco compuesto. La expulsión de los hicsos por los gobernantes de Tebas dio origen al Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.), una época de expansión militar y monumentalismo arquitectónico. Tebas y Menfis compartieron el poder, y faraones como Amenhotep III y Ramsés II dejaron un legado de esplendor.

La civilización egipcia, aunque sometida a varias dominaciones extranjeras, influyó profundamente en sus conquistadores, dejando una herencia cultural que perduró a lo largo del tiempo. La derrota de Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium en el 31 a.C. marcó el fin de la independencia egipcia y su conversión en una provincia romana.

Las pirámides, uno de los símbolos más reconocibles de Egipto, fueron monumentos funerarios para los faraones. Estos majestuosos edificios siguen fascinando a los estudiosos por los misterios que aún encierran, destacándose entre ellos las pirámides de Giza, que han perdurado como una de las maravillas del mundo antiguo.

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