Galicia se ubica en el noroeste de la Península Ibérica, abarcando una superficie de aproximadamente 30,000 kilómetros cuadrados. Está compuesta por cuatro provincias y alrededor de 300 municipios. Esta región posee una rica historia que se remonta a más de dos mil años.
Época prehistórica: Los primeros habitantes de Galicia eran tribus de origen celta que vivían en castros, fortificaciones de piedra. Estos antiguos habitantes son conocidos como los galaicos. Los romanos, al llegar en el siglo I a.C., denominaron a esta región como Galicia. Los romanos enfrentaron resistencia por parte de los galaicos, pero tras la mítica batalla de Monte Medulio, lograron someter el territorio. Durante los siguientes seis siglos, los romanos transformaron los castros en pequeños pueblos, construyeron puentes y caminos, e introdujeron nuevas técnicas agrícolas, arquitectónicas y mineras. El latín, traído por los romanos, evolucionó más tarde en el idioma gallego.
En el siglo V, con la decadencia del Imperio Romano, tribus del norte de Europa aprovecharon la oportunidad para invadir la península. Entre ellas se encontraban los suevos, vándalos y alanos. Los suevos entraron en Galicia en el año 409 sin necesidad de luchar, llegando a un acuerdo con los romanos para asentarse en la región. Hermerico, líder de los suevos, se proclamó rey y fundó el Reino Suevo de Galicia, considerado por algunos historiadores como uno de los primeros estados de Europa.
Posteriormente, los visigodos llegaron y dominaron la península, sometiendo a los suevos y dividiendo la administración del territorio en Galicia, España y la Galia. Sin embargo, en el año 711, los árabes invadieron la península, conquistando gran parte de Galicia. Los habitantes de Asturias resistieron, logrando una victoria significativa en la batalla de Covadonga y comenzando la Reconquista. Gradualmente, los asturianos expulsaron a los árabes y establecieron el Reino de Asturias, que incluía Galicia.
En el siglo IX, el rey Alfonso II de Asturias y Galicia promovió el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en Compostela, construyendo una iglesia en el lugar. Este evento transformó a Galicia en un centro de peregrinación europeo, conocido como el Camino de Santiago. Este camino no solo aumentó la actividad comercial, sino que también integró a Galicia en el contexto europeo.
Durante la Reconquista, el Reino de Asturias se transformó en el Reino de León, y Galicia pasó a ser un reino independiente aunque bajo la influencia del Reino de León. A lo largo de los siglos X y XI, Galicia experimentó numerosos cambios de gobernantes y territorios, con reyes como Ordoño y García II.
Entre los siglos IX y XII, la costa gallega sufrió ataques de los vikingos, lo que llevó a muchos gallegos a trasladarse al interior, reduciendo la población costera. Eventualmente, el Reino de León se fusionó con Castilla, dividiendo Galicia en dos: una parte bajo el Reino de Castilla y otra que se convertiría en el Reino de Portugal.
En el siglo XV, Galicia vivió un periodo turbulento con conflictos entre la nobleza y el pueblo, conocido como la Rebelión Irmandiña. Aunque los nobles finalmente prevalecieron con el apoyo de los reyes de Portugal y Castilla, la revuelta dejó una huella significativa en la historia gallega.
Con la llegada de los Reyes Católicos, Galicia perdió su autonomía. Se implementaron gobernadores para controlar la región y se estableció el Consello de Castela, que incluía representantes de varias regiones, pero no de Galicia directamente, lo que fue percibido como una humillación por los gallegos.
En el siglo XVIII, Galicia fue reconocida como un reino, aunque sin mucha autonomía. A finales del siglo XIX, Galicia sufrió una severa crisis socioeconómica, lo que llevó a una masiva emigración, especialmente a América Latina, donde muchos gallegos se asentaron en Argentina.
A mediados del siglo XIX, el movimiento de la Rexurdimento revitalizó la identidad cultural gallega, con figuras como Rosalía de Castro promoviendo el idioma gallego y la identidad regional. Este renacimiento cultural también inspiró movimientos políticos que defendían la autonomía gallega.
Durante el siglo XX, el franquismo reprimió el nacionalismo gallego, pero tras la muerte de Franco y la transición a la democracia, la Constitución Española reconoció a Galicia como una comunidad autónoma con su propia lengua e identidad histórica. En los años 80, Galicia enfrentó problemas relacionados con el tráfico de drogas, convirtiéndose en una puerta de entrada de narcóticos a Europa.
Esta rica y compleja historia ha forjado la identidad de Galicia, convirtiéndola en una región con una profunda herencia cultural y un fuerte sentido de comunidad.